Soy Azahara y empecé a explorar la relación entre emoción y cuerpo con apenas 13 años, con el teatro. Pero antes, mi trabajo del cuerpo fue con la danza.
Decidí seguir mis estudios en un entre ambos y me licencié en Interpretación Gestual (RESAD), buscando una manera de expresar mi ansiada libertad.
Mostrar mi trabajo con la certeza y el miedo entremezclado de saberse juzgado, se manifestaba en mi voz y sufría frecuentemente de afonía. Perder la voz, desvió mi camino profesional, creo hoy, hacia su búsqueda. Sin ella me resultaba imposible la visibilidad.
Reconciliar mi cuerpo, hasta entonces en batalla con mi mente, y recuperar mi voz. me llevó hasta la práctica devocional del Kundalini Yoga, y fue gracias a ese encuentro, que redescubrí mi voz en el Canto y sentí algo parecido al renacer.
Viajé a Londres, Berlín e India y seguí profundizando en esta relación desde la experiencia. Fue entonces cuando conocí la educación somática y el Body Mind Centering, que junto con la práctica del Yoga, me acercaron al estudio de cómo la interrelación del dentro/fuera afecta a nuestro bienestar emocional, físico y espiritual.
De vuelta a Barcelona me reconecté con el teatro y la creación, sentí las ganas y la fuerza necesarias de contar una historia. Y de esa necesidad nació, la que hasta hoy ha sido mi única pieza, dónde hablaba sobre el deseo y agradecía los amaneceres y ese renacer. AURORA 1, tuvo residencia en L´Estruch y en el Theaterhaus de Berlín y aunque no seguí mostrándola, me sirvió de anzuelo. Me conectó con mi voz hablada y con ella, siguió un Máster en Pensamiento Contemporáneo en la UAB que me acercó a esa voz social que necesita ser escuchada.
Desarrollé el concepto de Cuerpo-justicia, sobre un cuerpo que siendo un medio quiere tener voz, y que desde su silencio ahogado y la fuerza aniquilada quiere recuperarse en acto ético y consciente, acercándonos a lo soñado. Y como dice Marina Garcés, “Con un derecho a que todos podamos vivir una vida, digna de llamarse vida”.
Ahí sin saberlo estaba el germen de lo que luego me acabaría llegando. Una amiga de BMC me envió un vídeo de Feldenkrais Method. Era de un bebé que encontraba sus propios puntos de apoyo para empezar a girar. Descansaba cuando lo necesitaba y volvía a intentar el movimiento. Hacía desde el propio sostén interior y utilizaba la fuerza del peso y la gravedad para articular su propio espacio y desde ahí lanzarse al exterior. “ El alma es el estar fuera de un cuerpo, y en ese estar fuera es donde tiene su interior “ Jean -Luc Nancy.
El bebé una vez encontrado el apoyo, lo redefinía en la repetición, con curiosidad y alegría, y cuando sentía que lo tenía bien adquirido avanzaba hacia adelante para conseguir un movimiento más grande. Me encantó. De alguna manera me sentía reflejada en la falta. Me entraron ganas de desaprender para aprender a avanzar desde esa alegría, y no desde el dolor y la angustia. Quería darme la oportunidad de cambiar mi motor y encontrar esa fuerza interior, ese resto que persiste alegre. La música que nace del diálogo y el entendimiento. Busqué formación en Barcelona, encontré un workshop al respecto en el Institut del Teatre y tuve claro que quería formarme en aquello que acababa de descubrir.
¿Qué me ha aportado el Método Feldenkrais?
El Método Feldenkrais me ha enseñado a dialogar desde la no exigencia y a valorar todo lo que va abriendo el camino, viviendo más en el proceso.
¿Cómo lo hace?
No me examina, no me demanda un sufrimiento, la meta no es mi éxito sino un saber hacer desde mi espontaneidad, que si ha sido a momentos olvidada, con paciencia y fe, nunca está perdida. Moshe Feldenkrais, creador del Método, definió la salud como la capacidad de volver a levantarse cuando te caes, y caerse es una opción natural, como lo fue en nosotros cuando recién estábamos descubriendo el potencial de nuestro cuerpo.
La técnica no me exige, no me cansa, no me reta, no me duele, me hace sentir bien, es fácil y relajada y cuando acabo me siento mejor. No vuelo, como con el Kundalini, pero ando más ligera y me permite comunicarme con el Otro desde mi aquí.
Mi ser se libera y me siento en equilibrio. Al acabar una lección me siento más en paz conmigo y recupero alegría y ganas. Tumbarme en el suelo, sentir su sostén y que éste me ayude a encontrar el mío y mis propios lugares de apoyo, me permite reconectarme y volver a aprender que en la vida hay que confiar. Confiar en uno mismo primero, para poder confiar en el Otro. Confiar es amar (se), y amar, aceptar.
El trabajo con el cuerpo desde la aproximación de Moshe vino a completar todo lo aprendido hasta entonces, también a la terapia Gestalt, la Terapia Breve Estratégica o la lacaniana, con las que me he acercado a la psicología -y en la que sigo profundizando a través de la carrera-.
Me ha proporcionado incluso una explicación a mi necesidad de moverme: “aprendemos cuando nos movemos y en la medida que dejamos de movernos dejamos de aprender”. Yo siempre he querido aprender y aprender acerca de lo que me duele. Encontrando en esa frase una respuesta a mi curiosidad insaciable y a mi querer estar mejor. Mi movimiento ha tenido un sentido. Como escribí un día en uno de mis cuadernos: Movement to heal the pain, pero añadiendo hoy, el cómo me muevo es lo que me va a ayudar a cambiar mi manera de actuar e ir en la dirección de mis sueños. Siendo nosotros mismos ese cambio que queremos ver en el mundo, como dice Gandhi.
Si los cambios empiezan desde uno mismo, sanemos nuestra voz, esa magia que no nos pertenece pero que nos une con lo bello.
“Hacer lo imposible posible, lo posible fácil y lo fácil elegante“, como dice Moshe.
Acabé en Viena mi formación de cuatro años para ser instructora del método Feldenkrais. Ahora vivo en Barcelona y a las enseñanzas de Moshe Feldenkrais se le sumó un bebé -que ya no lo es tanto-, del que aprender desde muy cerca. Con todo ello, me dedico a ayudar a otros a encontrar serenidad, liberación y presencia a través del movimiento consciente. Movimiento para sanar el dolor desde la alegría consciente. Movement to heal the pain through conscious joy.
Sé que seguiré aprendiendo e investigando, forma parte de mi naturaleza, y coincido con Moshe Feldenkrais en que es el don de la vida. Pero en lo recorrido hasta el momento he encontrado algunas respuestas y me reconforta saber que ahora pueden ayudar a otros desde el no juicio, la comprensión, la empatía y el trabajo amable con el cuerpo para serenar también la mente y vivir así más alineados, en equilibrio y con más alegría, y que ese gesto cálido resuene en nuestro entorno compartido.